20 AÑOS NO SON NADA
Se Cumplen 20 Años del Gol a los Ingleses: Por Nicolás Martínez

Hace 20 años Diego inmortalizaba “La mano de Dios” y convertía el mejor gol de la historia de los mundiales.
Cuenta la historia que un veintidós de junio, pero de mil novecientos ochenta y seis, un bandoneón sonó en el Distrito Federal y en el estadio Azteca un tal “Pelusa” bailó un tango arriba de una pelota. El compás duró diez segundos y fue bautizado como el mejor gol de la historia de los mundiales.
En México se respiraba un aire pesado, se enfrentaban Argentina e Inglaterra por los cuartos de final del Campeonato Mundial. Un encuentro difícil, a cuatro años de una guerra cuyos fantasmas seguían rondando en la memoria de un país entero. Todo hacía prever un mal día, el mundo estaba expectante, pero Diego dejó volar su imaginación y nos enseñó el camino con dos goles geniales.
De entrada nomás mostró la picardía de los que vienen de otro mundo, ese en que la inspiración gana los partidos. Y como si estuviese en ese mismo mundo de barrio, dejó a Shilton papando moscas en medio del área grande cuando este salió a buscar un balón que nunca encontró. Y es que la esfera fue interceptada en el camino por una mano iluminada, “La mano de Dios”. La del Dios del fútbol.
En ese momento el brazo de Maradona se extendía en lo alto del Azteca y sentíamos que ya nada podía con nosotros. Teníamos un ángel, un ángel aparte, posado en el botín izquierdo del diez.
Transcurrían diez minutos del segundo tiempo cuando Diego cargó nuestros sueños sobre sus espaldas y los sacó a pasear por tierras mejicanas. El cielo se iluminó anunciando la obra maestra, mientras de fondo se escucho un bandoneón, el estadio se convirtió en Fiorito y el Dios del potrero lustró la zurda para enseñarle a la gringada como se baila una milonga.
Guapeó en el medio y clavó su mirada en el arco, recorrió sesenta metros con la pelota esquivando uno por uno seis soldaditos ingleses y cerró el folletín burlando nuevamente a Shilton y cacheteando soberbiamente la bola hacia la red.
“Pelusa” empuñó otra vez su brazo y salió gritando su venganza, nuestra venganza.
El estadio quedó atónito, el mundo entero se enmudeció y en ese momento a más de uno se nos rebalzaron los ojos.

Summit. Maradona culmina su obra cumbre. Nunca nada igual... ¿Nunca nada igual?
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